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AÑOS DORADOS (VI): SIN LUGAR EN LA CUMBRE

11/10/2017 | Por: Conrado Xalabarder
HISTORIA

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La férrea jerarquización en los departamentos de los estudios tuvo consecuencias negativas para algunos compositores que, no pudiendo ocupar un lugar privilegiado, se vieron abocados a realizar películas que sus superiores rechazaban o delegaban, mermando sus posibilidades de reconocimiento. La competitividad provocó el desaprovechamiento de talentos que, en otras circunstancias, hubiesen dado frutos interesantísimos. Uno de los casos más notorios fue David Raksin, encumbrado gracias a Laura (44), pero que se vio poco después relegado a un ostracismo del que no pudo escapar. Llegó a la Fox por recomendación de Alfred Newman, quien le encargó el filme de Otto Preminger. El director quería a Newman, pero este se encontraba saturado de trabajo y le sugirió que, tratándose de una película de intriga psicológica, el más idóneo sería Bernard Herrmann, quien a su vez la rechazó alegando que lo que no es bueno para Newman no es bueno para Herrmann y también que Laura no escucharía jamás a Herrmann, sino a Debussy (CD «Laura/Jane Eyre» 20th Century-Fox Film Scores) El proyecto cayó en manos de Raksin, y este escribió una hermosa partitura apoyada en el empleo de un leit-motif romántico con la finalidad de que sirviera de permanente referencia al personaje de Laura, dotándolo tanto de romanticismo como de enigma. Después trabajó en la Fox, aunque no volvería a alcanzar el éxito de Laura, pese a ser autor de la elegante partitura clásica de Forever Amber (47) y de la también destacada The Bad and the Beautiful (52), importante obra dramática con bellas y románticas melodías y un sentido épico algo decadente, que se corresponde al retrato del Hollywood oscuro y también a la megalomanía del personaje protagonista.

Otro ejemplo de talento no justamente reconocido fue Hugo Friedhofer, quien supervisó y orquestó decenas de partituras de Korngold, Steiner y Newman antes de comenzar a realizar sus propias creaciones, en filmes como The Woman in the Window (45). Su cénit fue The Best Years of Our Lives (46), melodrama sobre los problemas de adaptación de tres veteranos de la Segunda Guerra Mundial cuando regresan a casa. Escribió una partitura sinfónica en la que tendió a ensalzar la dignidad de los protagonistas en sus afanes por recuperar sus vidas. Contratado por Alfred Newman para trabajar en la Fox, siguió componiendo brillantes bandas sonoras, aunque no alcanzaría en vida el prestigio que obtuvo pasada su muerte. El ruso Daniele Amfiteatrof había escrito su primera partitura para el cine en la italiana La signora di tutti (34), de Max Ophüls, y luego hizo carrera en Hollywood, inicialmente al servicio de MGM. Prolífico en los treinta y cuarenta, destacó con Letter of an Unknown Woman (48) y en un par de títulos de Fritz Lang: Human Desire (54) y The Big Heat (53), pero Hollywood no le dio mayores oportunidades. Tampoco se las dieron al británico Frederick Hollander, quien de joven había emigrado a Alemania, donde trabajó en la mítica Der Blaue Engel (30), escribiendo algunas de las canciones de Marlene Dietrich. Gracias a este éxito, fue llamado por Hollywood, colaborando con diversos estudios, especialmente la Paramount, y si bien su carrera fue muy extensa nunca logró hacerse un lugar entre los compositores más conocidos, a pesar de trababajar en filmes como The Great McGinty (40), de Preston Sturges, o A Foreign Affair (48) y Sabrina (53), ambas de Billy Wilder. Hollander haría un singular trabajo en la fantástica The 5.000 Fingers of Dr. T (53), de Roy Rowland, que de todos modos se convertiría en un clásico bastantes años más tarde.

El norteamericano George Antheil fue otro gran compositor ensombrecido. Había triunfado como pianista en Europa durante los veinte, instalándose en París e impactando con un avanzado empleo del jazz en sus orquestaciones sinfónicas. Su primera obra para el cine fue para el cortometraje Ballet mecànique (24), atrevida creación vanguardista en la que hizo uso de instrumentos atípicos como pianos mecánicos o campanas eléctricas. Su obra posterior se sujetó a criterios convencionales y trabajó en Hollywood a partir de 1935, generalmente el filmes de serie B, pero también en títulos como The Buccaneer (38), de Cecil B. DeMille, Knock on Any Door (49), de Nicholas Ray o, más adelante, Not as a Stranger (55), de Stanley Kramer. En todo caso, pudo compaginarlo con la creación para concierto. Por último, Herbert Stothart fue un prolífico compositor norteamericano al servicio de la MGM, estudio para el que trabajó durante toda su carrera y del que fue jefe de departamento musical. Aunque en su haber tuvo casi todas las grandes producciones de los treinta y cuarenta, su creación artística no sería justamente apreciada y su nombre quedaría también algo ensombrecido. De entre su extensa filmografía destacó sobremanera su música para Mutiny on the Bounty (35), The Wizard of Oz (39), así como The Yearling (46).

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