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MORRICONE EN NIMES

25/06/2018 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

El pasado sábado 23 de junio tuve la oportunidad de asistir al concierto que Ennio Morricone dirigió en las Arenas de Nimes (Francia), un anfiteatro romano mucho más antiguo que el Coliseo de Roma en cuyo recinto actualmente se ofrecen espectáculos de tauromaquia pero también otros que nada tienen que ver con la muerte (de gladiadores o de animales) sino con la vida, la que la música da a quienes la escuchan.

El concierto se enmarca dentro de una gira que celebra los sesenta años de música en el cine del compositor, pero también de despedida: al menos en Nimes el cartel indicó Tournée d'adieu... Morricone cumple este 2018 la venerable edad de 90 años y aún así tiene energías para dar conciertos en Holanda, Polonia, Italia, Georgia, Francia, República Checa, Rusia, Bélgica o Reino Unido. Inexplicablemente España no figura en su mapa de conciertos. Se hace difícil creer que haya sido por voluntad suya o de quienes han organizado la gira. ¿Qué pasa que nuestro país no puede acoger una o más escalas de giras tan importantes como esta o la de Hans Zimmer? Escribí sobre ello nada menos que en abril de 2016 en el editorial España en el mapa, donde comentaba que:

Es probable que la falta de apoyo institucional -si hay esa falta de apoyo- o un riesgo excesivo del capital privado sean parte de la causa. O el desmesurado IVA que tanto está perjudicando a la industria cultural. O la razón que sea. Esperamos poder conocerlas pronto de boca de los promotores culturales, que son los que saben. En cualquier caso, tener un auditorio lleno es razón suficiente para apostar por este tipo de conciertos que vuelvan a poner a España en el mapa. En ese mapa en concreto en el que desde hace ya mucho tiempo nuestro país ya no figuraba.

Allí, en ese editorial, celebraba los aterrizajes en nuestro país de James Newton Howard, Alexandre Desplat y Danny Elfman, a la vez que lamentaba exactamente lo mismo que sigo lamentando con respecto a Zimmer y Morricone: que España no existe. Poco justificable.

Respecto al concierto en sí. Nuestro compañero Ignacio Marqués Cuadra asistió al del domingo de la semana anterior en las termas de Caracalla, en Roma, al igual (aunque en sábado) que nuestro amigo de SoundTrackFest Gorka Oteiza, quien ha publicado una estupenda crónica de ese evento a la que, por ser prácticamente coincidente, me remito para explicar lo sucedido en Nimes. Solo unas pequeñas diferencias: en primer lugar no hubo problemas de sonido, aunque según él mismo comenta en Roma se solventaron en la segunda parte y Marqués me explica que el domingo no existieron; en segundo lugar, quiero ensalzar a la soprano Susanna Rigacci y destacar que quedé descontento con Dulce Pontes, pero no solo por su innecesaria participación en el Aboliçao de Queimada (69) -Oteiza lo comenta también- sino por su poco hermosa versión de A briça do coraçao, de Sostiene Pereira (95) -demasiado acelerada- y tampoco su interpretación del poema de García Lorca con música de Morricone para La luz prodigiosa (03), en estos dos casos a mi juicio debido más al escenario que no a la cualidad creo que indiscutible de la cantante portuguesa.

Creo, en tercer lugar, que las Arenas de Nimes es un escenario mucho mejor que las termas de Caracalla para un concierto sinfónico, por la visibilidad, la acústica, etc. Conozco las termas de Caracalla como turista (tuve la inmensa fortuna de poder visitarlas, enteras, sin prácticamente nadie más), y creo que es un lugar precioso para las fotografías pero odioso para el sonido. Es, naturalmente, imposible ofrecer un concierto de música sinfónica sin amplificación... ¡y eso incluye también a los coros! Pero es que en Nimes también se hizo con amplificación y esta, por muy buena que sea, mata mucho la música, sus matices, sus detalles, sus colores... aunque lo que ofrezca a cambio sea un gran espectáculo. Y aquí el dilema: la música de un genio como Morricone interpretada en concierto no debería salir de las salas aptas para ello, que son las salas de concierto, donde no se necesita falsear con amplificaciones. La música en su estado puro. No creo que haya absolutamente nadie que pudiendo elegir ver a Morricone (o a cualquier otro compositor) en una sala de concierto, con mil o dos mil personas más, prefiera verle en auditorios al aire libre, no adaptados, y con 5 o 6 mil personas... salvo, naturalmente, los muchos de esas 5 o 6 mil personas que jamás irían a una sala de concierto y sí a un show donde las imponentes vistas (y la posibilidad de comer y beber durante el concierto) formen parte del espectáculo...

...porque Morricone es, hoy, una estrella de rock. Lleva ya alrededor de medio millón (sic) de entradas vendidas para esta gira, un éxito monumental que ningún empresario rechazaría por principios musicales y acústicos. Morricone comenta en su libro que esto lo hace porque quiere asegurar el futuro económico de los suyos, pero es asimismo comprensible que un hombre quiera darse multitud de baños de masas antes de morir. Tras una vida devocionada a la escritura de la música, a la creación cinematográfica, y con reconocimientos que le han llegado en muchos casos tarde y mal, pues es poco objetable que él mismo objete poco a estos formatos. Naturalmente -todos lo sabemos y lo podemos extender a cualquier concierto de bandas sonoras- es vital la presencia física del compositor, incluso aunque su dirección sea sentado y muy poco expresiva. Sin Morricone de cuerpo presente, no se venderían tantas entradas.

Pero es Morricone. Y hay mucho de mítico en él. Yo debo confesar que viví intensamente el concierto por la evidencia que no lo volveré a ver nunca más. Ojalá hubiera sido bajo techo y rodeado de paredes. Pero el público presente, que al principio me asustó con tantas bolsas de patatas y cervezas, fue exquisito durante el concierto: solo se oyó el canto de los pájaros. Todo el mundo quería ver y escuchar a Morricone. Y así es como se explica que funcione el cuanto más mejor, a pesar de la amplificación.

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