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SHAIMAN DÉRMICO

24/11/2020 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

En el cine no todos los mejores compositores están en el mismo nivel solo por ser los mejores. No lo están en lo estrictamente musical (unos son grandes en lo sinfónico, otros en el jazz, aquellos con las canciones...) ni tampoco en lo cinematográfico: los hay que además son cineastas. Marc Shaiman no pertenece a la clase de compositores que hacen del cine una herramienta de comunicación narrativa, que transforman las partituras en lenguaje, que crean guiones musicales que aportan lo no explicitado en el resto del filme, y un largo etcétera de características que definen a cineastas como Waxman, Rózsa, Williams, Morricone, Goldsmith, Iglesias, Herrmann... no, Shaiman no es cineasta pero sí un enorme entertainer que dispone su música para grandes espectáculos de colores y emociones, sea en comedia, en drama o en musicales. Con contadísimas excepciones las suyas son músicas dérmicas, que buscan y logran transmitir emociones básicas, de modo elaborado pero sin grandes complejidades, para facilitar la complicidad de la audiencia, que en su caso es siempre emocional. No hay nada peyorativo en ello, Mancini, Lai o Legrand eran sustancialmente así. Shaiman, como ellos, pertenece a otra clase de compositores, igualmente necesarios pues a fin de cuentas ha resultado un gran beneficio para sus películas. Él mismo lo corrobora:

Adoro el teatro y es a lo que siempre quise dedicarme, de modo que creo que es obvio que todos mis scores suenan como procedentes de un compositor de musicales de Broadway que se dedica al cine.

Sergio Hardasmal es un gran seguidor de la obra de Shaiman y a él ha devocionado El mundo musical de Marc Shaiman (autoeditado en Amazon, 2020), su tercer libro tras John Barry. De James Bond a la eternidad y La música de Basil Poledouris, de los que ya publicamos sendas reseñas. Aquí vuelve a hacer gala de su buena didáctica, redacción y de conocimiento sobre el compositor y su obra, aunque también reitera errores. Todo depende de la pretensión que tenga el autor sobre el alcance de este libro, si quiere o no que forme parte de una bibliografía seria y sobre todo respetada académicamente. Si es así, ha de asumir que es inaceptable que ninguna de las abundantes citas sea referenciada en su contextos y sobre todo en su autoría: el libro está lleno de declaraciones de Shaiman, estupendamente bien imbricadas en las explicaciones, pero si no son adecuadamente atribuidas -como la antes señalada, de origen pues desconocido- puede dar lugar a confusión e incluso a mala interpretación sobre intenciones que me consta no son las de Hardasmal, a quien tengo por persona honesta. Tampoco hay indicación alguna en el libro que haya mantenido (largas, por lo mucho que ocupan las declaraciones) conversaciones con el compositor, y si no es así no debe aparentar que ha sido así.

Entre quienes escriben sobre música de cine hay una tendencia bastante generalizada a la endogamia, a escribir más para los aficionados que para otros públicos. Es un error creer que al escribir para los primeros se incluye a cinéfilos que no son aficionados, pero en cambio escribiendo para los cinéfilos sí se puede incluir al aficionado. Las referencias discográficas frecuentes en los textos explicativos sobre lo que sucede en una película, con los títulos de los cortes incluidos, pueden frenar el interés entre quienes ni tienen ni están interesados en tener esos discos. Y aún peor si las explicaciones aparentan consistir en ir colocando en la película los cortes del disco o a la inversa, por no mencionar el caos que se generará si en una nueva edición de esa banda sonora cambian los títulos de los cortes, lo que sucede con frecuencia: hablar de lo que sucede en una película, en cambio, nunca caduca.

Este tipo de prácticas suelen generar errores, tales como atribuir nombres diferentes a lo que es un mismo tema musical, con lo que la cadena del ADN de ese tema en su arco dramático o narrativo queda roto y mal explicado, cuando no inexplicado. Pero es que además es del todo innecesario, y quien lo hace es porque probablemente no sea capaz de ver más allá de lo que aparece en un disco. No es este el caso de Hardasmal, aunque haga un uso abusivo e innecesario de referencias discográficas que bien podrían aparecer como complemento en anexo a continuación de cada filme. De hecho -y no es sorpresivo- sus mejores argumentaciones, las más sólidas e interesantes, son aquellas en las que por no existir referencia discográfica no hace uso de ella, como por ejemplo en My Giant (98), donde consigue hacer apetecible ver la película para corroborar lo relatado. Pero es una opción, evidentemente no una obligación, como sí lo es referenciar las citas.

Este no es un libro de musicología y como tal no se esperen disertaciones sobre la música, aunque la rutina casi sistemática de citar dos o tres instrumentos por cada tema musical no aporta nada especialmente útil y parece más un relleno que una explicación. Fuera de eso, este libro ofrece en sus más de 300 páginas una sólida radiografía cronológica más de la obra que de la vida de Shaiman, y lo hace de modo muy interesante, con atención y detalle en cada obra y, como ya he indicado, con una estupenda inserción de declaraciones y citas. De las cuatro vertientes posibles que se pueden desarrollar en un libro monográfico de un compositor la que mejores resultados ofrece es la histórica (el contexto, el cine del momento, los directores, los requerimientos, las anécdotas...) con menor incidencia en la biográfica (la vida personal) apenas nada de la musical y finalmente la cinematográfica (el resultado, la película que se logra gracias a la participación del compositor) es algo más destacable pero también irregular.

El mundo musical de Marc Shaiman es el resultado de muchas horas de trabajo, que se notan, y de muchos años de admiración, que se notan también, y como tal y pese a lo comentado -sobre lo que nunca me cansaré de insistir, no se espere otra cosa de mí- es un trabajo altamente recomendable para poder conocer más y mejor a un compositor sin vocación de cineasta pero que como compositor dérmico ha quedado suficientemente reivindicado y estupendamente bien documentado.

Nuestra puntuación: 7/10

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