Secuela de Black Panther (18). La nación de Wakanda se enfrenta a las potencias mundiales que intervienen mientras lloran la pérdida de su rey.
El compositor mantiene la línea estética del anterior filme con música sinfónica occidental fusionada con étnica africana, abundantes percusiones y voces, música étnica que se vincula a la cultura Maya por su relevancia argumental y también electrónica. Con ello se erige una banda sonora llamativa y vistosa, mucho más al servicio del espectáculo que de la narración, aunque sí hay connotaciones dramáticas, en especial en lo que concierne al drama familiar. Las referencias al tema principal de la primera película son muy puntuales, aparecen cuando se recuerda al personaje ya fallecido, y apenas hacen acto de presencia los temas centrales de aquél filme en tanto sus personajes tampoco tienen presencia aquí. Pese a ello, no hay realmente presentación de un nuevo catálogo de temas sino que hay distinciones por formas y estilos de la música (la africana, maya y electrónica), en su conjunto es deliberadamente caótica y anárquica, visceral y arcaica, que rehúye de lo convencional y lo tradicional y se adentra por terrenos más experimentales de resultados mucho más interesantes que en la primera entrega, y por su menor comercialidad la hacen más valorable.