Basada en el bestseller de Joyce Carol Oates, es la historia reinventada de la sex symbol más famosa del mundo, Marilyn Monroe.
Esta es una banda sonora mucho más de ambientes y atmósferas que de dramaturgia, y nada hay en ella de narración. Los compositores recrean entornos abstractos, oníricos, etéreos, que generan alrededor del personaje una suerte de burbuja que la aisla de lo que la rodea. Funciona bien en parte del metraje, pero la falta de evolución en la música, allá donde sí la hay en el personaje, hace que se estanque en la monotonía y vaya perdiendo fuelle, perjudicando al resto del filme, al que sostiene con dificultades durante tres horas. Particularmente débiles son, por su simpleza, las partes más emocionales y sentimentales, que buscan resaltar los aspectos más vulnerables en el personaje, pero la simplifican en exceso. Los aires a lo Angelo Badalamenti en otros momentos son más destacables, aunque tampoco aportan mucha profundidad a una creación que no deja de ser dérmica y superficial, pese a intentar ser profunda e inmersiva.