Secuela de Doctor Strange (16), en la que tras haber lanzado un hechizo prohibido que abre la puerta de múltiples universos paralelos, el Doctor Strange debe arreglar el desaguisado aliándose con su viejo amigo Wong y con Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata.
Sam Raimi hace que esta película del UCM esté más próxima al universo Raimi que al de Marvel, aunque respetando muchos de sus códigos y su esencia. Y este Danny Elfman lo es también más de Raimi que no del UCM, aunque también respete muchos de sus códigos y su esencia. La fusión director/compositor en una perspectiva común, un diálogo e interactuación constante entre lo visual y lo narrativo con lo musical que da como resultado un todo inseparable, una banda sonora casi orgánica, absolutamente lógica con lo que se expone y también con lo que no se expone abiertamente.
Esta es una creación muy ambiciosa, extensa, compleja y elaborada, que facilita la inmersión en la experiencia audiovisual y también onírica de la película, a la vez que saca a relucir los aspectos más complejos de los personajes, sus fragilidades y sus tormenos. Cual película de terror, tiene momentos con altas dosis de tensión, pero también hay ternura, emoción y hasta tragedia. Sirve al énfasis de la acción más espectacular a la vez que ahonda en lo más profundamente íntimo, todo ello en la forma de una gran sinfonía de horror y de fantasía que no expone sus cartas (temas) de modo claro y evidente sino que las mezcla y confunde para que con el caos generado la experiencia de ver la película sea mucho más emocionante y visceral.