A finales del XIX, un joven francés entabla amistad con una inglesa, que le invita a pasar una temporada en Gales. Allí conoce a su hermana y ambos se enamoran y comprometen. Pero él rompe la relación y se convierte en amante de la otra hermana, que muere al cabo de un tiempo de tuberculosis. Años después vuelve a ver su antigua prometida, que se entrega a él una vez, antes de desaparecer para siempre.
Como en la práctica totalidad de los filmes del compositor con Truffaut, la música es la segunda voz en off del director, la voz del narrador, la de quien comenta al espectador lo que sienten y experimentan los personajes, según se van sucediendo los acontecimientos. No es música interna, sino externa a ellos, y toma la forma de una bellísima creación que gira en derredor de un tema de amor delicado pero con ribetes dramáticos, casi trágicos, que se inserta en diversas secuencias del filme para matizarlas, para puntualizarlas, incluso para contradecirlas, avanzando lo que los personajes aún no conocen... y todo ello, incluso lo más doloroso, con un refinamiento, clase y elegancia superlativa.
Como curiosidad, el compositor tiene una aparición en un pequeño papel, haciendo de notario.
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