Un ladrón y un grupo de aventureros emprenden una búsqueda épica para recuperar una reliquia perdida, pero las cosas se complican peligrosamente cuando se encuentran con las personas equivocadas.
Esta es una estupenda película de acción, aventuras, comedia y fantasía con brujería, magia y dragones en la que podrían encontrar sitio cómodamente Goldsmith, Poledouris, Horner, LoDuca, North o Shore, entre otros, y cualquiera de ellos la elevaría a otro nivel, la catapultaría hacia arriba y con ello también a la audiencia. Pero con Lorne Balfe queda a ras del suelo, o incluso por debajo de la propia historia y sus personajes, a quienes apoya y enfatiza con mucho oficio pero poco beneficio. No se trata de ser añorante de los viejos tiempos sino de hacer algo interesante en los presentes, y llenar la película de música para impresionar pero sin mucho que explicar no es ni interesante ni beneficioso. Goldsmith, Poledouris, Horner, LoDuca, North o Shore, entre otros, lo sabían hacer con el hechizo de una melodía memorable. Creaban magia con temas musicales maravillosos que se grababan en la mente de la audiencia durante (y después) de la proyección, pero que durante la proyección -que es lo más importante- eran protagonistas, líderes de la ambientación, de la dramaturgia, de la narración y de la emoción, pero líderes que asumían y cumplían una responsabilidad: hacer sus películas mejores, más grandes, más emotivas y mejor explicadas...
Hay muchísima música en esta película (apenas hay silencio musical) pero tal y como está planteada y dispuesta no se le ha otorgado valor más allá de dar ímpetu non stop, tratando a casi todas las escenas prácticamente como lo más importante y generando una saturación que provoca que los temas que en principio debían liderar apenas sean percibidos. Goldsmith, Horner, Poledouris, etc, también ponían muchísima música, pero no colapsaban porque cuando sus temas principales o centrales se presenciaban, todo lo que explicaban quedaba inmediatamente en primer plano.
Lo hacían sin mucha dificultad: creaban temas memorables, definidos, únicos y sobre todo diferenciados. Lo de Balfe, por el contrario, es una amalgama de incontables temas salidos del mismo patrón, efectivos pero que podrían haber funcionado en cualquier película similar, bien de Marvel o DC o de cualquier entrega de Guardians of the Galaxy. Son varias las escenas con esa música muy bien producida pero del todo anodina: la fantástica secuencia del laberinto, por ejemplo, donde la música no suma nada. O la totalidad de las partes dramáticas y sentimentales: para hacer espectáculo basta con tener oficio, pero para el drama hace falta además tener talento.
Hay un tema principal para la banda liderada por Edgin y un contratema para la malvada Sofina: ambos (muy básicos, por otra parte: lo elaborado no está de moda) quedan ahogados e invisibilizados a causa de las otras músicas tratadas como de importancia, y al duelo final llegan desinflados de fortaleza. Nada, absolutamente nada que ver por ejemplo con el duelo musical al final de Up (09), por citar un ejemplo. Parte de la culpa es por incorporar temas centrales a otros personajes que abren vías que por razones de tiempo y espacio luego no conducen a nada y obstaculizan (Holga, Xenk, Doric, Simon...). Lo más razonable habría sido meter al menos a quienes forman parte del clan en la única música del clan. Y, así, el tema principal no logra cohesionar nada.
Por supuesto hay varias escenas estupendamente bien resueltas en lo musical (en especial las que hacen uso de voces), pero individualmente consideradas: en su conjunto los personajes emprenden un viaje con un destino pero la música no, se limita a explicar lo que ya está expuesto, con apenas matices. Goldsmith, Poledouris, Horner, LoDuca, North o Shore hubieran contribuido a generar toda una experiencia; Balfe se conforma con subrayar la que ya hay en el resto de la película. No, no se trata de ser añorante de los viejos tiempos sino de hacer algo interesante en los presentes: la película podía haber llegado a ser aún mejor.