Tras la muerte de sus padres, una niña británica nacida en la India es enviada a Inglaterra para vivir con su tío, un hombre huraño, en una gran mansión gótica, gobernada por una estricta ama de llaves. Allí descubre un jardín, cerrado y abandonado durante años, que convertirá en un mágico refugio.
Esta es una película fallida, que intenta sin conseguirlo generar una magia que acaba siendo un despliegue de efectos visuales para un tono y ritmo apático, cuando no aburrido. La dualidad vida/muerte, luz/oscuridad, fantasmas del pasado/ilusión de futuro, que está en la historia, se lleva al territorio de la música con una bellísima creación que, de todos modos, a duras penas consigue elevar algo el filme.
Marianelli aplica dos temas centrales con una misma matriz pero devenir independiente, los dos relacionados con el jardín. Uno es un tema alegre, abierto y expansivo, que es la luz que proyecta la niña y que la une al jardín; el otro es triste, amargo e intimista, la oscuridad que se cierne sobre la niña, a la que no llega a dominar, pero también sobre toda su familia, a la que sí subyuga: evoca el recuerdo de su madre y también de la hermana de esta y está dividido en dos partes, una para cada hermana. La que se corresponde a la tía de la niña protagonista se proyecta amarga y lúgrubemente sobre su primo inválido. Este tema se ubica en el nivel espacial de las referencias (las dos hermanas) pero también en el jardín, desvelándose su significado ya al final del filme.
El guion musical es estructuralmente sencillo pero por la excesiva reiteración temática, ineficiente. A pesar de lo opuestos que son los dos temas no se produce realmente duelo alguno tema/contratema, lo que daría mayor significación a ambos dado que provienen de lo mismo, y especialmente daría enorme trascendencia a la transformación final del segundo. Uno de ellos se expone de modo abierto y completo prácticamente desde el principio de su aparición, sin desarrollo ni elevación y al no crecer más nada nuevo aporta, siendo por reiteración dramática monótono y estático, especialmente en su fallida aplicación final. Al estar en un plano mucho más llamativo que el otro, que es más sutil, prácticamente lo asfixia dejándolo sin apenas espacio y solapando su significado. Una pena pues es una exquisita creación en lo musical, en sus orquestaciones y en la elegancia del conjunto.