Cuando un renombrado novelista de misterio es encontrado muerto en su mansión, un inquisitivo detective reclutado para investigar el asunto se moverá entre una red de pistas falsas y mentiras interesadas para tratar de descubrir la verdad.
En esta comedia la música no encuentra su espacio y su peso específico es secundario. Cuenta con un tema principal simpático que aporta un tono desenfadado y burlesco, de grand guignol, pero completamente desaprovechado: ni tan solo ocupa un primer plano sonoro que le permita destacar. Por buscar un par de referencias, está muy distante del poder y la relevancia de aquellos temas principales de John Addison para Sleuth (72) de Dave Grusin para Murder By Death (76) o incluso de John Morris para Clue (85), todos ellos muy llamativos y posicionados en primer plano para captar a los espectadores e invitarles a la gran fiesta del crimen. Aquí no sucede, pues la música es discreta, de mero apoyo.