En Madrid, en pleno verano de 2011, cuando la ciudad está llena de peregrinos esperando la llegada del Papa, dos inspectores de policía buscan al que parece ser un asesino en serie.
Creación electrónica que se aplica para generar ambientes tóxicos, irrespirables, que se adecúan al contexto urbano y de calor sofocante. Es una música que, aunque no narrativa (no lo pretende) sí aporta a la película elementos dramáticos como la desolación, también desesperación, que se impregna muy sutilmente en el sudor que representa esta banda sonora en el conjunto del filme. Se trata de una música que juega a la contra, no solo de los personajes principales sino también del espectador, rodeándolos, atosigándolos, haciendo que su presencia cale psicológica pero también físicamente, y convirtiendo en infernal un lugar que sin ella no lo sería. Es el veneno que deja en su rastro el asesino buscado y ese veneno acaba por tener consecuencias letales. Esta es una banda sonora no hecha para gustar sino para hacer con ella película, lo que se logra ampliamente.