Renfield, el secuaz de Drácula y recluso del manicomio durante décadas, anhela una vida lejos del Conde, sus diversas demandas y todo el derramamiento de sangre que conlleva.
El compositor firma una notable banda sonora para la comedia, y es el elemento más destacado y brillante del filme. Lo hace con sentido de la parodia y con el contraste como herramienta principal: buena parte de la música es seria, grave, especialmente el brillante tema del Conde Drácula que se enfrenta y es enfrentado por el tema más ligero y liviano de Renfield. Es un duelo musical existente aunque no del todo bien aprovechado, como sí lo es más el enfrentamiento entre músicas, entre estilos representados por ambos personajes: para el conde música antigua, sinfónica, clásica, y para Renfield otra más moderna, incluso jazz. Hay también referencias simpáticas, como la del Lago de los cisnes del Dracula (31) de Tod Browning, y de los filmes de la Hammer, pero también flota en el ambiente el aura de John Morris. Asimismo se destaca por sus excesos, deliberados, que dan un tono grotesco y gamberro al filme.