El ex actor está en un viaje espiritual con su mentor budista, pero su nueva espiritualidad se hace añicos cuando reencuentra a su némesis de la infancia que lo llevó al hospital después de una pelea por una chica.
El compositor aplica una creación dramática en la que enfrenta y hace interdialogar dos músicas opuestas: unos temas son dramáticos, apesadumbrados, en tanto otros son enérgicos y positivos. Hay un tema para el protagonista que parte de una impresión de fracaso, otro para su mentor espiritual, un tema sereno con solo de flauta y voces tibetanas, un tema romántico y otro contundente, para el némesis. Todo ello fluye con naturalidad y está bien estructurado.