Cuatro hermanos, temiendo que les separen tras la muerte de su madre, se esconden del mundo en su abandonada granja, un lugar cuyas viejas paredes esconden un terrible secreto...
El compositor firma una atrevida creación que esconde un importante secreto -una idea de guion musical magnífica- pero que queda malograda por algunos excesos. Su tema principal es apuntado al principio de modo germinal, se presenta con la llegada a la finca Marrowbone y se convierte no solo en la música del lugar (idílico) sino también de quienes integran la nueva vida (idílica) de ese lugar, el protagonista, sus hermanos y su madre, que adoptan no casualmente el mismo nombre Marrowbone: ahora lugar y familia son uno. Es una melodía bellísima, de sobrecogedora emotividad, limpia, clara y directa, que expone combinadas melancolía y optimismo, que a ratos es sufrida y en otros liberada y que siempre plasma un sentimiento positivo, dulce, cálido, que evoca -es solo una referencia- al mejor Georges Delerue.
A este se suma otro tema central, aunque de menor relevancia, que se aplica sobre el personaje del hermano mayor, Jack, y sobre su historia de amor con Allie. Es una melodía igualmente tierna, dulce, más romántica pero menos presenciada en el filme. Ambos temas discurren por separado o unidos, dialogando entre sí pero enfrentados hasta el final del filme, donde son fusionados como uno solo. Esto forma parte de un juego de malabarismo narrativo que se comprende mejor conociendo el secreto de la historia, y que viene a funcionar a modo de un spoiler musical que se desvela al final. Ambos temas sortean obstáculos en forma de una pléyade de temas secundarios hostiles que contribuyen por la comparación a dotarles de mayor significación e involucrar así al espectador en ellos, tanto referencial como emocionalmente.
Pero para que un tema central sea útil al filme y sus diversas aplicaciones sirvan de algo, el espectador debe comprender su significado, o cuando menos saber qué es lo que se está representando y a qué se está refiriendo, pues la música aportará mensajes e información sobre aquello que evoca. En este caso, ambos temas no consolidan su significado palpable y quedan más como músicas bonitas que parchean la película, a pesar que son de vital importancia para comprender qué es lo que está contando el filme desde la música. Y todo, por un problema de no haber preparado un terreno despejado para que se desarrollen en aras probablemente de que no se descubra lo que esconden o, por lo menos, que no quede tan expuesto.
Lo que contribuye a su confusión es la sobrepresencia de los temas secundarios ad hoc, los aplicados para los momentos de tensión y misterio, que acompañan y ambientan pero nada explican. No son temas realmente importantes y acaban saturando y asfixiando a los dos temas centrales, que quedando difuminados y embrollados -incluso cuando están alojados como subtemas de referencia dentro de esos secundarios- dejan de ser explicativos. Aquí hay una estructura sólida y una idea narrativa absolutamente brillante (es imprescindible entender lo que es la música en el filme partiendo de su escena final), pero malograda como resultado del solapamiento y asfixia que hace que cuando se llega a esa conclusión, pudiendo ser poética, acabe siendo simplemente emotiva.