La vida de un escritor cambia el día que, tras una acalorada discusión con su novia, atropella a un niño. Doce años después, sigue culpándose sin poder olvidar la tragedia.
Banda sonora que se aplica para hablar de dolor y para hacer daño, y también para resaltar la necesidad de curación de ese dolor y asumir su liberación. El compositor lo logra en base a una música que por no ser obvia es más hiriente, pues es refinada y elegante, con clase, pero en ella hay ruptura, quebranto, desazón, de modo sutil y constante, lo que pone en evidencia el sufrimiento íntimo del protagonista y sirve para implicar al espectador. Se trata de una banda sonora de estructura aparentemente caótica e imprevisible, que abre frentes que luego no sigue, lo que genera confusión, pero el tema principal se impone y pone orden a ese caos y es el hilo conductor que recorre hábilmente una vía dolorosa hasta llegar a su liberación final, muy bella.