Adaptación de la obra de Shakespeare en versión musical, ambientada en los años veinte.
Intercalada entre míticas canciones, la música ofrece una deliciosa banda sonora en la que está todo: radiantes momentos románticos, instantes de euforia épica y delicados interludios que se emplean para unificar coherentemente todas las canciones a modo de un único recital, al que el compositor se entrega interviniendo también en ellas para que queden dotadas de similar color orquestal. El resultado no podía ser otro que un pletórico festival musical en el que la partitura es la espina dorsal del filme.