Un grupo de personas, desarraigadas y marginales, se reúnen para atrapar a una manada de caballos salvajes, pero entre ellas surgirán complicidades con las que sus vidas cambiarán.
La tristeza y melancolía en que viven todos los personajes fue captada por el compositor en su bellísima partitura, en la que los momentos de mayor exaltación fueron utilizados para describir la libertad en que vivían los equinos, en contraste con la amargura en la que se desenvuelven los humanos. Aplicó puntualmente el jazz, diegéticamente, y desarrolló el dramatismo de su creación hasta llegar a su esperanzador final.
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