En al menos los últimos diez años Danny Elfman se ha ido apagando, entrando en barrena con trabajos correctos y con algunos algo más interesantes pero que en los mejores casos quedan bastante por debajo del listón que el compositor había elevado a tan buena altura desde sus inicios hasta la primera década de este Siglo XXI. Esta decadencia guarda estrecha relación con el declive creativo de su sosías Tim Burton, cuyos mundos plasmados en forma de películas no están encontrando aceptación en las nuevas generaciones, pero que tampoco lucen coloridos y atractivos como antaño: Edward Scissorhands (90) o Corpse Bride (05) son, definitivamente, un pasado que no parece que vuelva a existir en unos tiempos tan poco dados a la poética y el humor negro como los presentes. ¿Está aquél Danny Elfman obsoleto en el cine norteamericano actual? ¿Se ha quedado sin su espacio?

Es posible que sea así, puesto que como tantas veces hemos comentado en MundoBSO lo artístico, lo autoral, lo artesanal, lo sofisticado cotizan a la baja en una industria que prefiere lo impersonal, lo productivo y lo elemental para generar mayores ingresos de una audiencia que se quiere más pasiva que participativa. Pero las músicas de Elfman, las de los buenos Tim Burton y algunas que no eran para Burton, necesitaban de la implicación (tantas veces festiva y siempre emotiva) del público y llevaban bien impresa la huella del compositor. Fuera de Burton, Elfman solo ha encontrado un par de similar unión con Sam Raimi, en tanto como sucedió con Burton la música de Elfman ha sido también la de los mundos de Raimi, pero no tanto porque Raimi le necesitara a él (ahí han estado Joseph LoDuca o Christopher Young) como porque Elfman sí ha encontrado en Raimi filmes donde volcar y expandir su personalidad. También con Gus Van Sant ha formado una unión sólida, pero a mi juicio dista mucho de ser tan interesante.

Con Doctor Strange in the Multiverse of Madness (22), que hoy se estrena, Elfman vuelve a la gran pantalla con algo grande, lo más interesante a mi parecer desde su trabajo también para Raimi Oz the Great and Powerful (13) hace ya casi diez años. Cierra así una sequía creativa que -con excepciones- ha durado una década y que le estaba relegando al ostracismo. Pese a todo, temo que sus grandes tiempos en el cine hayan terminado, pero el compositor resiste y eso permite albergar la esperanza de que vuelva a estar en la primerísima línea de la música de cine.