Es una maravilla que John Barry vuelva a sonar en la gran pantalla y que además vaya a ser la primera vez para cinéfilos que nunca vivieron un estreno de cine con música del compositor británico. Será con ocasión, obvia decirlo, del estreno de No Time to Die, nueva entrega de la saga James Bond sobre la que no podré escribir hasta esta tarde, cuando la haya visto. Es sabido que Hans Zimmer ha recuperado la música de Barry para integrarla en la propia, no solo versionándola sino citándola explícitamente, y que se ha mantenido fiel a su espíritu con la presencia de la canción We Have All The Time in the World, de la voz de Louis Armstrong y con la vinculación específica con On Her Majesty’s Secret Service (69).
Entre quienes nos siguen en MundoBSO es sabido que Barry no está entre mis compositores predilectos. Sé lo poco que gusta que lo afirme y que lo mantenga pero es que es lo que opino: lo considero muy sobrevalorado, me parece simple, demasiado dérmico. No me refiero a la belleza de su música, pues sobre emociones no se debate ya que todas son personales y han de ser respetadas. Me refiero a su aportación a la narrativa cinematográfica, que es lo que distingue a un compositor que pone música a las películas de un compositor cineasta, y en el caso de Barry esa aportación creo que es escasa, desde luego comparada con tantos y tantos otros. Lo argumenté en ¿Está John Barry sobrevalorado? y a ese texto me remito. Es solo una opinión, no una sentencia ni un dogma. Por supuesto reconozco excepciones: en los próximos días espero poder publicar -si acabo venciendo en rifirafe que tengo en YouTube por los eternos problemas de bloqueos- un nuevo capítulo de Lecciones de Música de Cine, donde expongo la arquitectura de Dances With Wolves (90), de manera elogiosa. Asimismo, es imposible no ser elogioso con su aportación al universo de James Bond, creo que nadie llegó a exponer tan bien como él las dinámicas, el espíritu y el colorido de esas películas, completamente imantadas de y por su música. Hubo otros grandes contribuidores (Arnold, Hamlisch, Kamen...) pero Barry siempre estuvo por encima y también en ellos.
Fuera de esas excepciones no me apasiona mucho Barry, pero diré que en tiempos como los presentes, donde abunda la música despersonalizada, industrial, sin alma y creada con idénticos patrones escuchar a Barry en una película nueva es un soplo de aire fresco y un oasis en un desierto lleno de tanta mediocridad. Su legado, su aura y su música brillan en estas épocas tan oscuras y solo por ello su regreso es tan bienvenido. Solo queda averiguar si en esta película cuando se le cite uno se va a olvidar de la música de quien lo está citando...