Solo: A Star Wars Story, que se acaba de estrenar, pone una vez más en evidencia cuán alargada es la sombra que lanza (involuntariamente) John Williams sobre cualquier otro compositor que ose (es un decir) compartir espacio con el maestro, aunque la presencia de este sea meramente referencial, como fue el caso de Jurassic World (15) o de Rogue One: A Star Wars Story (16) en las que como en su momento indiqué:
Cuando se cita a Williams, es fácil olvidar la música de quien lo está citando.
Ya no es tanto la aportación del tema para Han Solo, que he comentado en la reseña de la banda sonora, porque además seguramente habrá un importante sector del público que ni conozca la autoría de ese tema, sino que la mera aparición de cualquiera de los temas pre-existentes arrolla cualquier esfuerzo por levantar una obra propia, personal, con entidad independiente... como creo que es el caso de lo hecho por John Powell. Pero no es el objetivo de este editorial comentar mucho más sobre el filme de Ron Howard, pues mis consideraciones ya están expuestas en la reseña que he publicado hoy, donde tendrá lugar o no el debate a favor o en contra que siempre será enriquecedor para todos.
Lo cierto es que Powell es un grandísimo compositor, de primera línea, que en el pasado ha firmado bandas sonoras junto a otros autores (Harry Gregson-Williams o Hans Zimmer) y con resultados algo más equilibrados. ¿Pueden compositores de similar cateogoría compartir créditos sin que el filme se resienta?
No me refiero a obras colectivas, industriales, donde todos los que participan renuncian a sus propias voces en beneficio de la voz del compositor principal o de una voz común. Me refiero a si sería posible imaginar una película con banda sonora firmada por Williams y por Morricone, por ejemplo. Pero creo que es un planteamiento erróneo de base, tal como suponer que Pablo Picasso y Jackson Pollock -dos verdaderos genios- podrían hacer un cuadro común simplemente por partir de la base que ambos trabajaron sobre lienzos. Quizás la referencia cinematográfica más potente es The Egyptian (54), una estupenda creación con Bernard Herrmann y Alfred Newman, si bien creo que no estuvo del todo equilibrada y los cambios fueran algo bruscos. Más reciente es la unión de Zimmer con James Newton Howard en The Dark Knight (08), por ejemplo, con un muy buen resultado, como la asociación Reznor y Ross o en España Mario Gosalvez y Rafael Arnau, quienes tienen de todo: la desequilibrada La gran aventura de Mortadelo y Filemón (03), por un lado, y la estupenda Camino (08) por otro.
No creo sin embargo que pueda deducirse nada de todo esto, desde luego no empíricamente. Dos (o más) compositores pueden crear una gran obra o generar una creación fragmentada y desequilibrada. Supongo que la clave es no intentar, por muy bien pintor que se sea, compartir lienzo con Picasso o con Pollock, porque entonces se corre el gran riesgo de que Williams se coma a Powell.