Continuación de The Amazing Spider-Man (12), en la que el protagonista debe volver a la acción cuando aparece un nuevo villano, Electro,al tiempo que descubre nuevas pistas sobre su pasado.
En los últimos años se ha producido cierto estancamiento en la música para filmes de héroes, especialmente en lo que se refiere a la sistemática reiteración de códigos que, con mejores o peores resultados, han acabado dando lugar a creaciones muy similares, no tanto en lo melódico como sí en lo que concierne a su estructura, y los resultados son, por esperables, obvios. Frente a este posible agotamiento de ideas, Hans Zimmer ha optado por una pequeña revolución, una clara contestación y un giro no exento de riesgos.
Esta es una banda sonora que es más de destrucción que de construcción, que pulveriza esos códigos conservadores a los que el espectador se ha acostumbrado pero que mantiene en pie parte de las estructuras temáticas tradicionales y se aventura a experimentar con cambios arquitectónicos narrativos, que se sustancian en una creación visceral, radical, que funciona casi a modo de ópera rock en la que la música evita el acomodo del espectador y lo lleva por territorios imprevisibles. Entre los elementos tradicionales que mantiene están, por supuesto, el tema del protagonista (heroico, enfático), al que le da un cierto toque retro para poder contrastarlo con su contratema, también algo retro: el formidable tema de Electro, un tema central elaborado, muy poderoso, que es de apariencia frívolo y ligero pero macabro y siniestro en su fondo, una dualidad que el compositor aprovecha muy bien en el conjunto de su creación. Ambos temas dominan claramente los espacios, junto a otros temas de menor relevancia, y combaten en un territorio plagado de músicas circunstanciales (dramáticas y ambientales, etéreas) que buscan y logran generar cierto desconcierto y un deliberado desorden.
En lo musical se prima lo electrónico frente a la orquesta tradicional, con la que se fusiona, generando una impresión de delirio, de irrealidad, que obtiene en esas intenciones buenos resultados. Pero es posible que a Zimmer se le haya ido un poco la mano: las canciones (las co-escritas con Pharell Williams, entre otras), por ejemplo, son prescindibles, y además lastran la solidez del conjunto, y están condenadas (como sucede siempre) a ser obsoletas con el paso del tiempo, lo que no sucede por lo general con las músicas que no responden a criterios comerciales de una época. En cualquier caso, como banda sonora que busca un cambio de formas, tiene interés. Eso sí, es una vía que probablemente tendrá recorrido corto.